Italia ha pasado por varios periodos distintos en su desarrollo cultural. Como resultado, el idioma italiano tiene un complicado sistema de reglas sobre la formación correcta del nombre de una persona. En primer lugar, los nombres masculinos deben acabar en -o, como Alberto, Carlo o Angelo, mientras que los femeninos terminan en -a, como Alberta, Adriana o Elena.
Los sufijos sugieren el origen geográfico de la persona, como -ato para Venecia o -ace para Calabria, y también pueden indicar la actitud. Por ejemplo, -ino significa poco, y -accio tiene connotaciones peyorativas. Además, una persona puede llamarse con el nombre del día en que fue bautizada. Y algunos nombres deben empezar con un artículo definido, como en il Russo o l'Ariosto.
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